Nos asilvestramos por un día

Dijo alguien que si no puedes mejorar el silencio, mejor no abras la boca. Como este es un medio de comunicación escrito adaptaremos el dicho a "si no puedes mejorar una crónica, no la escribas". Y como la que ha escrito Salva sobre la salida del sábado 21/7/2012 es de categoría, pues aquí os dejamos el enlace a la misma.

Sólo añadiré que las salidas por carretera de la SGA van cogiendo color: poco a poco nos estamos poniendo más fuertes que el vinagre, Johnny ya no se nos cae al suelo y Goyo está dejando el café con leche sin tener que apuntarse a Proyecto Hombre. Ahora sólo falta que alguno deje de vender motos a la hora de explicar los recorridos (no miro a nadie porque no tengo un espejo cerca).

El domingo 22/7/2012 la sección de montaña se decidió a echarse al monte. Nunca mejor dicho: una horita rodando hacia la zona del Bosc Gran de Can Catà para adentrarnos en sus profundidades siguiendo las enseñanzas del mismísimo Miguel de la Quadra Salcedo: una hora estuvimos empujando la bici por senderos por los que apenas se podía caminar, saltando árboles, agachándonos para pasar por debajo de zarzales... y cualquiera con dos dedos de frente se preguntará "¿por qué no os disteis la vuelta a los 5 minutos?". La respuesta está clara: somos hombres y españoles, con lo que lo de la cabezonería y el hacer las cosas por "nuestros santos cojones" lo llevamos en los genes. No hase falta disir nada más.

En una ataque de religiosidad sin precedentes, como se puede comprobar con el testimonio gráfico que tenéis aquí al lado, Alejandro besó el suelo de la pista a la que conseguimos salir tras 60 minutos de suplicio. Con lágrimas resbalando por nuestras rosadas mejillas, gracias a los diversos arañazos que las surcaban, gritamos al unísono "¡Dios bendiga las pistas de Collserola!" cuando conseguimos salir de la maraña vegetal en la que nos habíamos metido merced a nuestra dureza molleril. Escarmentados, por lo menos hasta el domingo que viene, nos batimos en retirada hacia nuestras casas para lamernos las heridas (cada uno las suyas, sin mariconadas!).